<< EL DOLOR ME JODE, PERO MORIRME ME JODE MÁS>>, decía hasta hace poco Luis García Berlanga, más como un conjuro que como una bravuconería.
Es así como este apreciado hombre, hasta hace poco, se refería a la inminente muerte que llamaba en la puerta. Este texto no solo va a ser una recopilación de su vida y trabajo, sino un homenaje al que ha sido un verdadero maestro del séptimo arte.
Nunca se conformaba con sus películas, buscaba la perfección e insistía en que su cine era la historia de un fracaso, aunque haya dirigido los filmes de más prestigio internacional como Plácido, nominado a los Oscar en 1961, o los más taquilleros como La vaquilla, la cual batió records de venta. "Claro que el fracaso es un concepto consustancial a él porque cree que la vida es una continua renuncia".
Éste detallista era capaz de repetir tantas tomas como le fuera posible para que el ámbiente donde se encontraban los protaginistas fuera el adecuado. Berlanga siempre creyó que la clave estaba en la atmósfera y eso se creaba con los figurantes.
En cuanto sus películas, eran un reflejo de la sociedad. Berlanga contaba lo que quería contar con la ayuda de su amigo y guionista de la mayoría de sus películas Rafael Azcona.
Abandonó el cine después de rodar
París Tombuctú, en 1999. Aunque eso no le ha impedido seguir trabajando en segundo plano en un complejo de producción cinematográfica y audiovisual que se está montando en Alicante bajo su supervisión, La Ciudad de la Luz.
Además protagonizó el último spot de la campaña de Médicos sin Fronteras, donde se toma una pastilla, pero no cualquier pastilla, son caramelos de menta que la organización ha puesto ha la venta para concienciar sobre las enfermedades olvidadas que en su mayoría tienen cura y destinar los beneficios obtenidos a su cura. A Berlanga le pareció una buena razón para colocarse delante de las cámaras. "Con la edad hay dolores que sabes que te acompañarán hasta el final, pero en el mundo hay dolores que podrían no existir si quisiéramos. Contra eso, yo me rebelo".
Gracias Maestro por enseñar al mundo su filosofía de la vida a través de sus películas.
Como bien se dijo en la película Amarcord - la frase anteriormente mencionada-, el cine puede regalarnos momentos que nunca podremos olvidar. Éste es una representación de nuestra vida, de la vida en la antigüedad, de nuestra vida futura. Nos envuelve con sus imágenes, es capaz de aflorar nuevos sentimientos en nosotros y es comparable a leer un buen libro.
